Según el Diccionario de la Real Academia Española, la fertilización es la “acción y efecto de fertilizar”, y esta última palabra la define como “hacer que la tierra sea fértil o más fértil”. En este sentido, el proceso de fertilización procura restituir o incrementar la cantidad de nutrientes presentes en el suelo, con la finalidad de mejorar el crecimiento y el sano desarrollo de las plantas.
En general, la fertilización debe realizarse de forma periódica, y de esta manera evitar la pérdida de concentración de uno o varios nutrientes, ya que cuando esto ocurre, la planta puede verse afectada severamente, mermando su capacidad de crecimiento y producción.
Así mismo, el exceso de nutrientes o minerales en un sembradío también puede afectar el sano desarrollo de la planta, por lo tanto debe existir un equilibrio entre estos elementos que nos permita corregir las posibles deficiencias o excesos de algún nutriente en particular.
El olivar
Cuando hablamos del olivar, hacemos clara referencia a una superficie de tierra que ha sido utilizada para sembrar la planta del olivo. Un árbol de hojas perennes, tronco grueso, corteza agrietada, de color grisáceo y que puede crecer hasta una altura de entre 4 y 12 metros.
El olivo florece a mediados de año en el hemisferio norte y al finalizar el año en el sur, luego de esto viene una etapa de producción de aproximadamente 4 meses donde la planta produce un pequeño fruto verde y muy oleoso que con la maduración cambia a un tono más oscuro.
Los nutrientes en el olivar
Como es lógico suponer, antes de fertilizar el olivar, es muy importante monitorear el estado nutricional de la plantación, y básicamente esto se realiza con la observación y el análisis foliar durante las etapas fundamentales de la planta a lo largo del año, que incluyen la floración, el brote y la maduración. Durante este proceso podremos observar como es el tamaño, la forma y el color de las hojas, así como también la distribución, color y tamaño del fruto.
De este análisis podemos obtener valiosa información que nos indicará la carencia de uno o más nutrientes; por ejemplo, la carencia de nitrógeno ocasiona un verde amarillento en las hojas del olivo, y además inhibe el crecimiento de sus raíces y de nuevos brotes.
Por otro lado, la deficiencia de potasio se puede apreciar en el marchitamiento precoz de las hojas, estas tiende a decolorarse y ponerse flácidas, sobre todo en días con mucho sol, hasta que finalmente caen, por supuesto con esta clase de deficiencia los nuevos brotes de la planta se ralentizan
Así mismo, la carencia de fósforo ocasiona un cambio de coloración de las hojas que tiende al verde azulado mientras disminuye el crecimiento del tallo. En cuanto al hierro, su déficit ocasiona la denominada clorosis férrica, caracterizada por hojas amarillentas y raíces de color marrón.
Además de lo anterior, también existen otros compuestos muy importantes para el óptimo crecimiento del olivar, como por ejemplo, el fósforo, el calcio, magnesio, zinc y el boro. Cada uno de ellos interviene en un aspecto del desarrollo de la planta del olivo, y por esta razón, es muy importante mantener sus niveles en valores adecuados.